jueves, 15 de diciembre de 2022

La muerte de Bolívar, una historia clínica

 La muerte de Bolívar, una historia clínica

Los datos aportados por la descripción de Alejandro Próspero Reverend nos dicen que Simón Bolívar padecía de malestar general, voz débil y ronca, tos productiva con esputos verdosos, anorexia, irritación anímica con cara dolorosa permanente, calenturas (fiebre), nauseas, vómitos, pérdida de peso que llevó a la emaciación, palidez, debilidad y unos agites (que en el decir de las gentes de los pueblos rurales corresponde a convulsiones) que terminaban en el letargo por horas del Libertador.

Los antecedentes familiares demuestran una madre tosedora con hemoptisis (esputos con o de sangre), primo con el cual tenía contacto en su niñez tenía tisis (tuberculosis). Habitual guerrero, estadista en sus ratos de paz, contextura delgada, acentuada desde 1824 cuando enfermó gravemente (paludismo, fiebre cerebral, colitis febril por amibiasis, tifus exantemático, según varias versiones). En 1822 le dio fiebre terciana, visto por el Dr. Joly quien le dio un remedio arsenical como tratamiento. Luego de ello, reprochaba estar mal de los intestinos y fue después de la Batalla de Bomboná que desarrolló disentería.

Con un gran empeño de lograr la libertad de América y consolidar un bloque antihegemónico en virtud del desarrollo de un eje norteño con posibilidad cierta de desarrollo mayor que el resto del continente. No descansa y enfrenta en sus dos últimos años a la desunión y confrontación interna, incluso contra él mismo y su pareja. Es vapuleado por doquier con la carga de prohibición de entrada a su país natal, asesinato de su sublime y casi hijo Antonio de Sucre.

En Septiembre de 1828 acompañado de la noche es objeto de una intentona magnicida, de la cual escapa pero en camisón (pijama) salta al jardín y corre a campo traviesa hasta llegar a una quebrada a travesada por un puente, debajo del cual permanece hasta la mañana cuando ya estaba controlada la conjura.

El paciente en diciembre de1830 ha sido recluido en un domicilio y es asistido por Alejandro Próspero Reverend, quien lo asiste hasta su muerte el 17 de es mes. Le practica autopsia de la cual describe en forma somera lo siguiente:

cuerpo emaciado, marásmico, pálido, músculos con tono suficiente,
con tumefacción en la región sacra (estado previo a la úlcera de decúbito),
vasos cerebrales inyectados,
Sustancia gelatinosa parda en la superficie cerebral
líquido seroso rojizo en una capa de las meninges, en la duramadre
la pleura, membrana externa de los pulmones, pegada a la parrilla costal en su zona superior y posterior,
dos tercios superiores de ambos pulmones endurecidos,
desorganizados al corte,
con salida de abundante líquido color de “las heces del vino” mayor del pulmón derecho,
este líquido se acompañó de la salida de nódulos o tubérculos de diferentes tamaño,
del lado derecho uno era del tamaño “de una avellana pequeña”, calcáreo, éste fue conservado por el patólogo y a su vez en 1874 fue donado al presidente de Venezuela de la época, Guzmán Blanco, hoy exhibido en la Sala Bolívar del Museo Bolivariano en Caracas según narra J. Mier Hofman,
hígado aumentado de tamaño al igual que la vesícula, el hígado escoriado en su cara convexa,
estómago e intestinos aumentados por dilatación, el primero con un líquido amarillento, los segundos meteorizados
No describieron otras zonas u órganos
Resumen: paciente desnutrido con lesiones cerebrales, pulmonares, pericárdicas, hepatobiliares y con distensión de estómago y de intestinos.

El propio Reverend afirma que el “catarro pulmonar” agudo no cuidado y su depresión, condicionaron el progreso de la enfermedad a un mal más incontrolable y no dudó el patólogo en afirmar tuberculosis pulmonar como diagnóstico final.

La tuberculosis se adquiere en la infancia y se resiste el cuerpo a padecerla, por lo cual la encapsula e incluso calcifica las lesiones nodulares. Aparece de de nuevo en cualquier momento de bajar las defensas, que son los glóbulos blancos bajos, desnutrición o enfermedad grave.

El paciente de Reverend tenía delgadez, marasmo, palidez, o sea, anemia y los glóbulos rojos comparten con los blancos en su origen en la médula o sea tenía las defensas bajas. La causa de este desarrollo final de Bolívar no la sabemos, lo que sabemos es el final: tuberculosis.

El episodio referido de un tratamiento para una fiebre terciana con arsenical, ha dado pie a pensar a algunas personas el desarrollo de sífilis por cuanto los arsenicales orgánicos eran descritos como tratamiento antiluético (antisifilítico). Pero no se describe las diarreas que tuviera Bolívar, tampoco se describen las uñas, ni que tuviera úlceras en la boca ni en los intestinos. En cambio si se describe el crecimiento del hígado y dilatación del estómago y los intestinos. Queda inconclusa estas afirmaciones.

Pero dada la descripción podemos decir que Simón tenía:

Síndrome de desgaste corporal
Desnutrición (?)
Anemia (?)
Tuberculosis cerebral y pulmonar
Neumonía aguda
Pericarditis serosa
Hepatopatía aguda con escoriación en su cara convexa
Colecistopatía aguda
Dilatación de estómago y de intestinos de origen no descrito
Intoxicación por arsénico (?)

sábado, 17 de septiembre de 2022

El Río El Manglar por Elio Ríos Serrano

 Maracaibo tiene un río: el Río El Manglar. Cuando lo supe, de inmediato se lo dije a mi papá, Elio Ríos Gutierrez. Le dije lo poco que sabía y lo empezamos a buscar.

En el camino le dije que vi una carta de Joaquin Primo de Rivera, Gobernador de la Provincia de Maracaibo de 1780, donde pedía recursos al Rey de España para hacer una cañada o canal para traerse el agua del Río Macomyte hasta Maracaibo. Causa, el Río El Manglar se había secado y no le daba agua a Maracaibo.

Visitamos el centro por diferentes calles, por Santa Lucía, por El Pozón, bajo la guía de mi papá, por varias semanas en incansable búsqueda. A veces nos bajamos y preguntamos a personas mayores o a los que veíamos en las calles, pero no lográbamos respuesta satisfactorias.

Leíamos cuanto texto histórico nos decían o encontrábamos, buscábamos en internet. Más un día conseguimos en un libro una fotografía del informe Manuel Manrique de la Batalla del Río El Manglar. Encargado por el Libertador Simón Bolívar de conseguir libertar a la Unidad Zulia (conformada por las Provincias de Coro y Maracaibo), dirigía la Independencia de nuestra región que era el último bastión de la Corona Española.

El mes anterior a la Batalla del Lago, en junio de 1823, narra Manrique en su informe Manrique, que junto a su ejército se pasan el Lago de Maracaibo, desde Santa Rita a Maracaibo. Logra desembarcar en el Caño La Arreaga, desde donde abre un camino paralelo a la costa (sería la primera vez que hacían la avenida Los Haticos).

Al llegar al Puente del Río El Manglar sostuvieron una batalla contra el ejército español. No fue hasta las siete de la noche que los vencieron, tomando el Puente del Río El Manglar, entrando a tomar nuestra Maracaibo.

Nos emocionamos mi papá y yo haciendo esa lectura libertadora. Además, por fin, existe el río históricamente en un documento de la independencia, hay evidencia del Río El Manglar.

Tuvimos más ánimo y empezamos de nuevo a buscar, ahora desde la Avenida Los Haticos, por el frente y por detrás de El Terminal de Pasajeros, por el Distribuidor de la Redoma y el de Delicia. En eso pasamos semanas.

Empezó un movimiento de separación del estado Zulia, por supuesto no estuvimos de acuerdo. Nos pusimos a estudiar los movimientos separatista del Zulia a lo largo de la historia. En esa búsqueda, en el Zulia tenemos ese germen separatista desde muy antaño. Conseguimos que los Gobernadores de las Provincias de Maracaibo y Guayana, convencieron al Rey de España, que nos separara de Cundinamarca. En resumen, el Rey le hizo caso y conformó la Capitanía General de Venezuela.

Eso nos envolvió un poco en la historia del Zulia y su resistencia a independizarse, recordemos que, empezando, la Provincia de Maracaibo no firmó en la Acta de Independencia.
Qué rebelde esa gente. Participamos apoyando desde la Provincia de Maracaibo en la separación del sueño de Bolívar. Luego de la Cosiata, Venezuela se separa de La Gran Colombia.

Encontramos un libro que contaba las obras en la Provincia de Maracaibo en la época post separación de la Gran Colombia. Nos alegramos con algo que se construyó que nos servía, era la construcción del SEGUNDO PUENTE SOBRE EL RÍO EL MANGLAR. Era más cerca de su desembocadura al Lago de Maracaibo. Se desveló el misterio, lo inauguraron con el nombre de “Puente en honor a la Madre Patria España”.

Nos hicimos Dos comentarios, qué antipatrióticos por nombrar así al Puente. Y con Alegría de encontrar el Río El Manglar, expresamos: ¡tanto buscarlo y le pasamos por encima! !Es el Puente España! ¡El Río El Manglar es la Cañada Morillo!

Le expliqué a mi papá que se dice Cañada Morillo, porque en sus orillas estaba la ebanistería del “Mocho Morillo”, por eso le decían la Cañada donde queda el Mocho Morillo, la Cañada Morillo. Le cambiaron el nombre al Río El Manglar. Por eso no lo conseguíamos.

En la historia de Primo de Rivera, dicen que parece le pagó a un Alemán para investigar por qué El Río El Manglar no tenía agua. Este le dijo que no venía de la Sierra de Perijá, nacía en Maracaibo, en la Hacienda Puerto Rico, actual Barrio Puerto Rico. Por eso no le quedó sino pedir presupuesto.

El afluente principal del Río El Manglar parece ser la Cañada Honda y tiene otros afluentes estacionales (cuando llueve). En su desembocadura los aguadores recogían el agua “para tomar”. Hay una gaita que le canta que dice “El agua de la Playa, vienen los burreros vendiendo como en quincalla...” Ahora la desembocadura se le dice en diminutivo, Las Playitas.

Será que discutimos cómo recuperar ese río, tratarlo como tal, considerar las inundaciones de la zona inundable (Arismendi). Una fotografía que consiguió José Rafael Hernández Fereira, una familia bañándose en el Río El Manglar, creemos era detrás de la actual Urbanización Urdaneta.

La idea de Joaquin Primo de Rivera a finales de los mil tecientos, era traerse un río, el Macomyte, para Maracaibo en una cañada, pero no sucedió así. Muchos años después nos trajeron otro río, más bien otros ríos de la Cuenca de los Ríos Manuelote y Tulé, de otra forma. Y desde la represa, traen el agua por una tubería, por la carretera de La Tubería hasta Planta C.

Cada vez qué pasó sobre el Río por el Terminal , por Las Playitas (antiguamente La Playa) o por Puente España, recuerdo al viejo Elio y de aquel periplo de buscar El Río El Manglar.

martes, 10 de mayo de 2022

Desastres

Los Desastres

Elio Ríos Serrano 

Definición

Un desastre es cualquier hecho o fenómeno en un tiempo, con una duración, intensidad y en una localidad determinada, que desemboca en la alteración de la integridad de los humanos y las humana, su sociedad, sus bienes, sus servicios  y/o los factores naturales y los ciclos naturales, en una comunidad o nivel de organización ecológico (ecosistema, bioma, bioregión, biósfera), dando un rendimiento o consecuencia de pérdidas, alterando el desarrollo normal de las actividades actuales y futuras de humanos, sus formas de organización o de el ambiente, se llama un desastre y su carácter va mas allá del evento natural o antropogénico. En pocas palabras un desastre es cuando un fenómeno incide o impacta a una comunidad arrojando como consecuencias pérdidas. Se trata de un hecho o fenómeno de origen natural o como consecuencia de las actividades del hombre (de la sociedad) y sus consecuencias en la humanidad o el ambiente.
****
Fenómeno natural o antropogénico 
altera la integridad 
de la humanidad (pueblo, sociedad, bienes, servicios)
y/o sobre los factores naturales y los ciclos naturales 
en una comunidad 
o nivel ecológico
que ocasiona pérdidas  

****
Cuando el fenómeno se desencadena e incide en la comunidad índice (comunidad afectada o nivel ecológico afectado por un desastre objeto de su estudios y/o atención) tiene un efecto nocivo a nivel de los receptores o tributarios (comunidades humanas o naturales afectadas por un desastre, sus bienes, su forma de organización y/o los factores del ambiente y los ciclos biológicos). Las consecuencias finales del impacto (cantidad de daño que realiza un fenómeno) se observa una vez ha cedido la incidencia del fenómeno, arroja el saldo final en forma de pérdidas. En términos de las empresas de seguros a los desastres se le llaman siniestros. También se les nombran catástrofe, cataclismo, devastación, desgracia, cataclismo, calamidad, otros. 
****
Fenómeno ► Comunidad o nivel ecológico ► Pérdidas

****

Impacto/vulnerabilidad 
El impacto es la cantidad de daño que produce el fenómeno de un desastre. La vulnerabilidad es la cantidad de daño que se deja hacer la comunidad o nivel ecológico. El daño entonces depende del impacto mas la vulneranbilidad. 
Un desastre ocurre cuando se correlacionan un fenómeno con única aparición o con frecuencia, con diferentes intensidades, cantidad de masa y de energía (impacto) y el funcionamiento y  las condiciones de vida de una comunidad, habiendo un saldo negativo para el segundo (vulnerabilidad). El desastre también será proporcional a su calidad de vida, a la desinformación, la falta de previsión, prevención y preparación, la ausencia de organización de la población y la falta de recursos de una sociedad.

****
Cantidad de daño             ◄  Fenómeno             daño que se deja hacer 
Impacto                                    Comunidad ►     vulnerabilidad
                                             Nivel Ecológico

****
En este siglo se ha dado importancia a la Resiliencia que es la capacidad de los sistemas (comunidades o nivel ecológico) de resistir, seguir funcionando y recuperarse a pesar de ser objeto de un ataque (fenómeno) a su estructura o funcionamiento. Se puede aplicar a los estudios de Desastres. 

****
Resiliencia =  Resistencia - Ataque 

****

Fases de un Desastre

Los desastres al estudiarlos se pueden apreciar que tienen tres fases bien definidas: 1.- antes del desastre, 2.- durante el desastre y 3.- luego del desastre. 

1. Antes del Desastre: La etapa prepatente es antes de empezar o manifestarse el fenómeno. Los desastres, en su fase prepatente, aún no se han desarrollado como tal, es la fase cuando una comunidad cuenta, convive o presenta los factores de riesgos para desencadenar el desastre. Los factores de riesgo están interactuando entre sí en diferentes grados de intensidad. Existen los factores de riesgo interactuando o no. Estos factores en muchos casos pueden ser predecibles y hasta controlables. Esta fase se enfrenta o atiende con la Previsión (incluye el análisis situacional), con la Prevención que se desarrolla con la Mitigación (disminuir o si es posible eliminar los factores de riesgo) y la Preparación (incluye la educación, articulación con las instituciones de servicios, gobiernos,  empresas, comunidades y sus organizaciones y la adquisición de logística).

2. Durante el Desastre: La etapa patente es cuando se propicia o se genera la concausalidad de todos o algunos de los factores de riesgo y se desarrolla el fenómeno, impactando a la comunidad. Esta fase se enfrenta con la atención del fenómeno y su impacto, la comunidad y su vulnerabilidad.

3. Luego del Desastre: En la etapa consecuencial ya culmina o cede el fenómeno y se pueden apreciar con certeza las consecuencias del impacto. Cesa el efecto y queda el estigma del impacto o las pérdidas. Esta fase se enfrenta con la Recuperación o Rehabilitación y se comienza nuevamente en la fase Prepatente.

****

Antes                                Durante                              Después

Prepatente                       Patente                                Postpatente o

                                                                                       Consecuencial
****


Los Fenómenos de un Desastre

Fenómeno es una palabra que deriva del latín “phaenomenom” que quiere decir cosa que aparece. Un fenómeno es una actividad o un hecho que se manifiesta. Por manifestarse o ser es de carácter observable, la humanidad es capaz de detectar y hasta de estudiar por medio de sus sentidos o métodos científicos, por métodos técnicos-tecnológicos o por el raciocinio. El fenómeno es una manifestación de unas circunstancias, no es el ser, es el resultado de diversos factores que en un momento dado coincidieron (concausalidad). 

****
Phaenomenom: cosa que aparece 
        Factor           Factor 
Factor     Fenómeno   Factor
        Factor           Factor 

****
La esencia de los fenómenos y sus factores de riesgo, es de inicio insondeable, por lo que es objeto de estudio por parte de los estudiantes, técnicos, investigadores y científicos, los hace detectable antes o durante su desarrollo. Los fenómenos son un hecho que no puede separarse de su esencia. Algunas corrientes filosóficas, como la fenomenología, estudian al fenómeno como objeto índice, no distinguiendo entre el fenómeno y su contenido real, intuyendo su esencia intangible y captable. En este sentido la fenomenología elimina toda clase de presupuestos y trata de aportar la esencia pura.
Este fenómeno se desarrolla a partir de una serie de causas o características preexistentes llamados factores de riesgo desencadenantes. Estos factores de riesgo están presentes en una comunidad “chocando” uno con el otro, pero al coincidir en un mismo momento y lugar hacen que aparezca el fenómeno que impacta a una comunidad y arroja pérdidas, esto es llamado concausalidad: confluencia simultánea de varios factores de riesgos o causales.  Es por ello que el enfoque de los desastres debe ser multidisiplinario por cuanto estamos enfrentados a problemas multifactoriales. 
Clases de Fenómenos
Los fenómenos pueden ser de origen natural o antropogénicos. 
Los fenómenos antoprogénicos son desencadenados por la acción del hombre, si los cambios introducidos por el hombre no tienen dosis apropiadas de elementos preventivos. Podemos encontrarlos a nivel del comercio, de la computación, cultural, delincuencial, económico, militar, político, de la producción, de la religión, tecnológico, del transporte, entre otros son también clases o tipos de los desastres. Los antropogénicos pueden ser:  
doloso (engañoso o fraudulento), 
malicioso (con intención expresa o deliberada de dañar), 
culposo (ocurre por negligencia o imprudencia, sin intención), 
casual o 
fortuito. 
Los fenómenos naturales son propios de los factores y leyes de nuestro planeta y el Universo. Estos fenómenos naturales son propios del clima y la geografía, de los ciclos naturales.  
En nuestra era actual hemos creado caminos inimaginables productos de la ciencia y la tecnología. Uno de ellos lo constituye los sistemas de computación. Se ha brindado la ventaja de la gran cobertura de los procesos computarizados, poderoso instrumento el cual ha abierto horizontes de control, comodidad, agilidad y velocidad impensados en antaño. Pero que ante el gran despliegue de destreza obviaron un detalle tan simple como es la numeración del año del fechador de las máquinas computadoras y sus paquetes de servicios. Este fenómeno se le llamó el efecto del año 2.000 o el efecto Y2K. La sombra de esta contingencia (puede que pase o no), pudo alterar el desenvolvimiento de la sociedad con alcance global y esto lo define como un desastre que estaba en la fase prepatente. Esperamos al año 2.000 y vimos que las medidas que se aparentemente tomaron fueron efectivas para evitar el desastre controlando los factores de riesgos los cuales estaban presentes.
Concausalidad
A partir del Renacimiento, se desdeñó la unicausalidad, se empezó la era de de estudiar todos los factores que incidían en cualquier fenómeno. Se llegó a establecer la cultura de la concausalidad, es decir  para que cualquier fenómeno se desarrolle, hacen falta una serie de factores (todos o algunos)  que deben coincidir en un momento o espacio. Todo fenómeno que produce un desastre es multifactorial (serie de factores de riesgos), al encontrarse (coincidir) varios de ellos en un tiempo y lugar se desarrolla el fenómeno. Mientras mas factores de riesgos coincidan en una misma zona, mas oportunidad que se desarrolle un desastre, además de mayor efecto sobre esa comunidad o nivel ecológico. En algunas ocasiones y lugares, el inicio del fenómeno y el impacto es determinado por la cantidad y calidad de los factores de riesgos concausales. Insistimos ante esta realidad que la atención de los fenómenos es multidisciplinaria.
Muchas de las situaciones o fenómenos que se nos han presentado tienen en común el rasgo de la sorpresa. Esto nos avisa que vivimos sin previsión (mirar antes, detección de los factores de riesgo y posibles fenómenos que pudieran presentarse). No hay una planificación estratégica y  su sala de situaciones, por lo cual vivimos en esa falta casi absoluta de análisis previo de los factores de riesgo. Aparentemente no contamos con los métodos e instrumentos de trabajo para la atención de un desastre, sin una definida y publicitada organización, es decir un Comité de Atención Integral de Desastres y en las Comunidades, los Comités Locales de Emergencia. Estos comités se encargarían: 
de la participación activa y protagónica del pueblo, 
de la corresponsabilidad (del pueblo, de los gobiernos y de las empresas),
de la coordinación de los organismos concurrentes, 
de la eliminación de la falta absoluta de planificación y logística para la atención integral de desastres, 
de la recuperación ante las pérdidas de cualquier desastres. 
Ese debería ser el papel del antiguo 171-FUNSAZ y el actual VEN-911, ejerciendo como Comité de Atención Integral de Desastres . Es tiempo de atreverse, creemos que hay que ordenar los desastres, pasarlas de emergencias para convertirlas en verdaderas contingencias del Estado Zulia en particular y en Venezuela en general.
Amenazas y Riesgo
Si se estudian los factores de riesgo presentes en una comunidad podemos definir qué tipos de fenómenos pueden desarrollarse en la misma. Una amenaza es un fenómeno que tiene la probabilidad que se produzca en un tiempo y espacio definido. Son los peligros potenciales a los cuales se expone una comunidad, localidad, región, nación, planeta o universo.

Los factores de riesgo periódicos o no, pueden ser de origen natural o antropogénicos y son capaces de desencadenar un fenómeno con capacidad de producir daños considerables, con probabilidad de ocurrencia en lapsos perentorios en un área geográfica determinada.

Dentro de las amenazas naturales contamos con:
Inundaciones: en las épocas de lluvia aumenta el caudal de los ríos y/o los cauces de aguas de las ciudades (cañadas) pueden desbordar sus aguas y arrasar las propiedades, los cultivos, los animales y hasta seres humanos (pérdidas). Esto sucederá con más razón si no se analizan las condiciones que propiciarían estas calamidades (falta de drenado y limpieza del cauce y las orillas, falta de canalización de cañadas, ubicación de vivienda cercano a las orillas de los cauces, falta de muros de contención, falta de canales de aliviaderos entre otros) y no sean atendidas por la comunidad y los organismos con competencia. Esto conlleva a el desplazamiento en forma de evacuación y a pérdidas antedichas.

Alud o Avalancha o Deslizamientos o Deslaves: como ocurre en la zona central de este país en la época de lluvia, no solo por el hecho de la precipitación sino por los estragos del hombre el cual ha talado y sustituido por viviendas y otras edificaciones, incluso en el mismo cauce de antiguos ríos o quebradas, retomándolo en algún momento de la historia causando pérdidas de todo tipo incluso humanas.


Terremotos: El desplazamientos de las placas tectónicas causa cúmulos de energía en forma de tensión las cuales al liberarse hacen que se deslicen capas de la tierra con propagación de la onda. Incluso pudiera ser origen de un maremoto o sunami. Esta vibración puede dañar las edificaciones en diferentes grados y a otros factores de nuestra comunidad. Estas pérdidas también incluyen a los humanos el cual se afecta en forma biológica, síquica y social.

Volcanes

Incendios

Forestales
.
Tormentas, mangueras, huracanes, relámpagos, granizo, nevadas.

Meteoritos.

El riesgo es la probabilidad o proximidad que ocurra un hecho que pueda incidir en una comunidad o localidad, causar daños y arrojar pérdidas. El riesgo es directamente proporcional a la amenaza y a la vulnerabilidad. Los sectores de menores recursos aún conociendo estos riesgos, no se desplazan porque estarían en condiciones de mayor pobreza, por lo cual se quedan aumentando el riesgo.

Los desastres no ocurrirían o su impacto fuera menor si conociéramos cómo funcionan los fenómenos naturales y de la sociedad, si están presentes estos y otros factores de riesgo en torno a nosotros y adecuáramos nuestras formas de vivir a estos conocimientos. El riesgo se puede evaluar por cuanto es directamente proporcional a la amenaza (A) y a la vulnerabilidad (V). Es el resultado de multiplicar el número de amenazas por el número de los factores de vulnerabilidad (R = A. V).

Impacto

El impacto es el alcance cuantificado y calificado del daño ocasionado por un desastre. El impacto se puede valorar como de mayor o menor magnitud, depende de las características del fenómeno y así también del punto de vista de la vulnerabilidad en la comunidad. En la población los sectores pobres son impactados en alto índice en relación a otros sectores con mayores recursos, desde el punto de vista del alcance proporcional.

No es el caso de los sectores o países con mayores recursos, los cuales tienen mejores oportunidades de enfrentar las situaciones de amenazas, pasando por una mitigación mas rica en logística y nivel técnico de sus habitantes, con una recuperación o rehabilitación mas holgada. Con mucha mejor calidad de vida, este sector de la población pueden enfrentarse con un fenómeno en una forma integral, y con más ciencia, tecnología, técnica y recursos económicos. La cantidad de afección o impacto muy posiblemente es menor.

Vulnerabilidad

La vulnerabilidad es la capacidad de un recurso (humano, social, cultural, material, ambiental, agropecuario, transporte, financiero, económico, estructural, habitacional, etc.) o de una comunidad, de ser dañado por la ocurrencia de un fenómeno (natural, tecnológico, social, cultural, deportivo, económico, epidemiológico). La debilidad o incapacidad de una comunidad para evitar, resistir y recuperarse de un desastre. Es el grado de pérdida de un recurso o de una comunidad si es sometido a la acción de un fenómeno.

Se utilizan escalas diversas como la escala de cero (0) a uno (1), siendo cero sin daño y uno la pérdida total del recurso, igual se puede usar la gradación porcentual equivaliendo cero a cero por ciento y uno a cien por ciento. Mientras mas factores de riesgos coincidan en una zona afectada por un fenómeno, mas vulnerabilidad tendrá esa sociedad. Las condiciones de vulnerabilidad de una población se acepta que se favorecen en especial por dos factores importantes como son el desconocimiento y la carencia de recursos.

Mientras menores sean los recursos de una población, mas precarias condiciones de vida, inadecuadas características de sus viviendas y de la ubicación de éstas, alto grado de dificultad para el desplazamiento y una ausencia de organización, la vulnerabilidad es mayor. Mientras mas recursos, mas disponibilidad para superar los riesgos, evitar y recuperar las pérdidas, por lo tanto, menor vulnerabilidad. Esto es válido para individuos, familias, comunidades, ciudades, estados, países, planeta y universo.

Daño o pérdida

El daño o pérdida es el perjuicio, lesión, detrimento, la disminución parcial o total de la masa o de la función o de su posesión debido a extravío, destrucción, amputación, perecimiento, pérdida de un vínculo, afectación pública debido a la acción u omisión o cese de un fenómeno. Es la muerte, privación, desaparición o daño de factores componentes de una comunidad. Es el daño total o parcial, temporal o permanente, la desaparición de un recurso (humano, social, cultural, material, ambiental, agropecuario, transporte, financiero, económico, estructural, habitacional, etc.).

Comunidad afectada o receptora

En biología una comunidad es un conjunto de individuos (animales o plantas) definitivamente asociados en un ecosistema. Para fines de nuestra sociedad una comunidad es un número de personas que viven definitivamente o transitoriamente unidas bajo un régimen político-administrativo-legal-cultural. Visto desde ambos puntos de vista las comunidades son naturales y la sociedad o un sector de ella.

La comunidad afectada es el grupo de los individuos que viven en un ecosistema o un grupo humano, comunidad o sociedad, la cual estando o no presente en una localidad envuelta en un desastre pertenece a la misma o mantenía algún tipo de relación con diferentes sectores, es víctima de un fenómeno que incide en ella con una variable magnitud de impacto y por ende de diferentes grados de pérdidas.

La población asume las pérdidas dependiendo del impacto y en proporción a su vulnerabilidad. La comunidad es el eje de un desastre. La comunidad puede prever, prevenirlos y prepararse. Es objeto de pérdida por sí misma cuando es impactada por un fenómeno. Así también es factor importante en la mitigación y recuperación o rehabilitación.

La docilidad es la capacidad de la comunidad a dejarse atender en cualquier fase de los desastres. Es la capacidad de una comunidad de aprender normas o actitudes de otras en beneficio del desempeño y prosperidad de la misma.. La docilidad es diferente para cada comunidad en sí, dependiendo esto de factores intrínsecos de la misma (en especial de sus intereses) y del organismo facilitador y del donante (en especial de sus estrategias y planificación). En la preparación ante los desastres las comunidades pueden adquirir normas en un proceso de enseñanza, como ejemplo ofrecemos el Proyecto Arca de Noé dirigido por nosotros, destinado a ofrecer los conocimientos básicos sobre desastre y facilitar la conformación de los Comités Locales de Emergencias (CLOE) en las comunidades.

Se puede estudiar la docilidad y lo contrario, es decir la resistencia, en el proceso de atención integral de los desastres en la previsión, en la prevención, en la preparación, en la de la mitigación y en la rehabilitación. Se puede estudiar en la capacidad de la población afectada de aprender y acatar rápida, efectiva y eficazmente, las normas y procesos de atención de un desastre incluyendo la organización en general, la evacuación sistemática y el apoyo. En muchos desastres se ha visto lo contrario a la docilidad, es decir la resistencia, que una parte de la población afectada no se deja atender, la recepción de suministros es menos organizada, la atención de afectados de salud es caótica, la permanencia en sitios de resguardo (refugios) se torna insufrible, entre otras.
La resistencia es la capacidad que tiene la comunidad de oponerse o a dificultar la recepción de la atención de los desastres en forma integral, es decir en sus tres fases. Depende de parte del receptor (afectado por el desastre) de su cultura, de la religión, de la educación, de los intereses y por parte de los facilitadores y donantes (rescatadores) y de otros de la manera de las actividades. Aumenta la vulnerabilidad y facilita la aparición del “segundo desastre”.

Emergencia o Contingencia

Para fines de llegar a un acuerdo en cuanto a la terminología empleada en estas líneas, diremos que cuando exista un desastre tendremos dos enfoques situacionales dependiendo la actitud de los individuos, la familia, la comunidad, la región, la nación, planeta o el universo:

1. Es Contingencia (lo que puede o no suceder) si se tenía previsto por los organismos de atención y/o por la comunidad de los afectados que esto pudiera ocurrir y si se adquirió logística, se preparó personal especializado y a la comunidad para atenderlo en forma integral.

2. Es Emergencia el caso que este hecho no esté contemplada por los organismos de atención y/o por la comunidad de los afectados la posibilidad de aparición y desarrollo de la eventualidad, con todos los rasgo de la sorpresa y por supuesto sin tener una logística, sin preparación de personal especializado ni ala comunidad para atenderlo en forma integral.

Es decir que dependiendo del grado de sorpresa y de la preparación de personas para atender un desastre en forma integral define el grado de contingencia o de emergencia de cada caso de desastres. Cada episodio es particular, tendrán mas carácter de uno o de otro lado en diferentes gradaciones.

miércoles, 18 de noviembre de 2020

 La defensa del Milagro de la Virgen

Por Elio Ríos Maracaibo,
17 de agosto de 2010.
Rezaron Román y Juan en la ermita de San Juan de Dios. Luego hablaron algo con el cura hasta marcharse a descansar. Llegaron a la ranchería de sus respectivas familias, les dieron de cenar al caer el sol. Durmieron hasta la otra fecha, absortos del mundo, vencidos por el cansancio del agotador trabajo que desarrollaron en el día, caminando por el otro lado de Maracaibo.
Otra vez comienza la faena del día, de nuevo antes de marchar con sus burritos, rinden culto a su madrecita. Román le da un beso en la frente no sin antes pedirle la bendición a Justa. Juan espera en cola a que su hermano mayor se despida de su madre para hacer lo mismo. Al salir Lavandera, su vecina los saluda y les dice que la tabla que trajo para tapar la tinaja de agua, la puso en la pared es que tiene una imagen: -es una virgen, se ve languidecida, pero se ve, comentó Lavandera. Curiosos los González pasaron al rancho y observaron la tabla que estaba ahora en una pared de ese domicilio, un ranchito de esos que se ven por aquí, con tablas y palos recolectados en la playa cuando iba a lavar y con un techo tejido de palmas, de tantos cocoteros que había en esos mismos parajes. Se despidieron. Lavandera tomó buscando al sol, Román y Juan al horizonte de la salina.
Cada tarde los González, después de venir de más allá de la ermita de Santa Bárbara -límite de la decencia- pasaban a dejar descansando sus burros. Pedían la bendición a Justa, le veían su lesión y seguían por una calle de arena, la cual los llevaba derechito a la ermita del santo de los hospicios y de los enfermos. -Algún día podremos llevar a mamá al puesto de cura del hospicio de Santa Ana, decían con desdén cuando se referían a los cuidados que les daban a los enfermos en los terrenos de las playas del este, sala de cuidados la cual Doña Inés de Ortiz había dejado en heredad desde hacía ya cerca de cien años junto a la capillita de Santa Ana. Entre rabia y tristeza Román renegaba: -pero si no podemos entrar a la ermita de la Sagrario, cómo usar los servicios de esa sala de cura, tengo la rabia acumulada.
Era un martes con nubes que tapaban el sol, aliviando el suplicio de los trabajadores de la calle y de los caminantes. El día corría como 18 de noviembre quizás de 1709. Algo había de pasar y Román estaba de cumpleaños. Maracaibo en la ternura de su historia colonial, se alteraba con poca frecuencia. La gente vivía tranquila en aquella ciudad de tierna edad. Aunque algunos sectores privilegiados pasaban su vida saboreando la facilidad de vivirla y con ciertos vicios de sometimiento a los menos favorecidos que pasaba incluso por la falta de derechos para algunas quienes consideraban menos gentes en comparación con ellos.
El nombre de Román fue de origen católico. Lo había sabido por Justa González, su madre y a quien debe su apellido. Ella le dijo que le colocó ese nombre por nacer el día de San Román, hacía precisamente veintitrés años. Eran tiempos cuando no se celebraban los onomásticos o los cumpleaños, había cosas más importantes. Su madre le decía: vos sois tan viejo como cuando le pusieron las eneas y las palmas a la ermita de San Juan de Dios por primera vez. Vos naciste ese día. Esa ermita era el único templo de la zona que habitaban. Quizás por ese énfasis de cuadrar con ese acontecimiento, Román la quería tanto. Pero es que no tenía alternativa un saladillo para venerar a Dios o a un santo, este era su único refugio religioso.
Estaba en ese día de su cumpleaños en el río El Manglar, trabajando para el sustento de su familia. Había que caminar un trecho porque el río estaba en las afueras del poblado, al sur y oeste de Maracaibo. Cada mañana iba hasta el lecho del cauce y allí llenaba las tinajas que tenía encaramadas en su burro Venancio. El burrito era un cazador de burritas, no se resistía pasar por donde hubiere una que salía presuroso a donde estuviera. Por ser un “cazador de burritas” pues le puso Venancio el cazador. No era verano y llovía o pringaba de vez en cuando amainando rápidamente. De todas maneras en verano o sequía, a pesar que el río carecía de corriente, Román y todos los aguadores, tenía que llevar en ese período un paladón para cavar el suelo húmedo del río. De esa casimba manaba agua y tenían con qué trabajar.
Román no iba solo, iba a El Manglar con su hermano Juan a quien le llevaba tres años. Juan en cambio nació un veinticuatro de junio, onomástico de San Juan y casualidad el mismo día del cumpleaños de su abuelo Juan González, por lo cual él decía que era tan soñador y tamborero como el viejo padre de su mamá. Ambos compartían diferentes aspectos de la vida, entre ellos el trabajo. Ambos, cada uno, tenían mujer y tres hijos, también el amor a la ermita por llevar el nombre del santo de veneración y vivían en el mismo terreno del rancho de Justa, su madre, quien lo compartió para que tuvieran a sus familias y tenerlos cerca de ella.
El papá de los hermanos González, ellos mismos, no saben qué se hizo, a dónde fue a parar o al menos, si éste, está vivo. El padre era ayudante en un pequeño barquito que navegaba para el sur del lago, algunos decían que la nave se la había tragado el lago en una tormenta, otros decían que se había quedado por aquellos lares con una india. Justa los levantó a fuerza de manos estrujando ropa en el lago, para lo cual se iba con unas amigas y colegas hasta las riberas con quienes compartía comentarios, canciones, chistes y hasta alguna confesión de sus cuitas.
Lavandera era la más cercana amiga de Justa. Ella vivía justamente al lado de la ranchería de los González, en la esquina de la polvorienta o a veces fangosa calle. Todavía no eran viejas. Las asistían las fuerzas y llevaban en un cestón la ropa para lavar, pero peor era el regreso con la ropa mojada, lo cual la hacía más pesada. Sus brazos, tanto los de Justa como de su vecina Lavandera, dibujaban cada músculo en las extremidades de tanto oficio pesado y la piel de ellas eran morenas brillantes de tanto sol en la vía (tenían que atravesar más allá de la ermita de Santa Bárbara, hasta cerca del hospicio o sala de cura de la recordada Doña Inés de Ortiz). Además pasaban toda la mañana en la playa.
Habían sido Román y Juan aguadores juntos desde sus infancias, cuando su madre compró una burrita. Iban juntos con su burrita al río. Una vez la burrita Dolores como la habían llamado, salió corriendo perseguida por un burrito por todo el cauce del río. El burrito la alcanzó y se le montó y luego de ello Dolores había tenido un burrito. Más tarde, dos años después, Dolores había tenido otro burrito. Los burritos los acompañaban amarraditos a su madre y se acostumbraron a los hermanos González. Eran bien atendidos por ellos pues los alimentaban y los bañaban en el río, aseándoles permanentemente. Cuando estaban en el río, como muchachos al fin, jugaban con ellos.
El primero de los burritos lo llamaron con el tiempo Venancio y al segundo Pajarero. Pajarero dejaba que los pajaritos negros de pico encorvado, los garrapateros, se le posaran en la piel para comerse los molestos ectoparásitos por lo cual le pusieron ese nombre. En cambio, Venancio no los toleraba. Ahora esos hijos de Dolores acompañaban a Román y a Juan como compañeros de trabajo y Dolores pasaba su vejez suelta en la ranchería donde había vivido por muchos años. Cada tarde Román y Juan llegaban con pastos para sus burros y para su madre, Dolores se alegraba desde cuando pasaban la ermita de Santa Bárbara, cuando sus hijos empezaban a rebuznar. Era el anuncio de la comida.
Ser aguador era uno de los pocos trabajos tolerados por la “dizque gente” (en el decir de la gente de bien, los decentes). Los aguadores eran gente trabajadora vivían en la zona de la Salina, que por habitar en esa localidad se les decía saladillos. También se le decía saladillos o saladillas a otras personas, extendiéndose a los quienes no habían estudiado, personas de modales grotescos, pertenecientes a familias pobres o no reconocidas, en fin los saladillos no eran gente decente. Los saladillos y saladillas trabajaban para los decentes, no se podían mezclar con ellos por ser de “menor categoría”. Con el tiempo esta diferencia llevaría a la rivalidad de los saladillos y saladillas con los vecinos de la zona empedrada.
Recogían los aguadores el agua del riachuelo y después ofrecían de casas en casa al ir a venderla en Maracaibo y en la zona de los Haticos. Los Haticos era la zona de los alemanes y solo llegaban hasta la ermita de Cristo de Aranza, la más antigua de las ermitas. Se había establecido la visita y conquista de la zona desde el 24 de agosto de 1499, cuando Alonso de Ojeda en su “viajes menores” junto a Américo Vespucio había explorado el lago, fecha en la cual le diera el nombre a nuestras tierras cuando entró a las rancherías añú, construidas en el agua. El río El Manglar, su fuente de agua, fue el motivo de la decisión de conquistar y vivir alrededor de él. Los aguadores vivían de esa actividad de provisión de agua.
En esos tiempos no se conocía el tema ambiental. Aún no se había percibido como un problema el rompimiento de la humanidad con el ambiente consecuente a volverse en un absorto mundo de una verdad absoluta y sin las leyes naturales expresada en los modos y leyes propias de la humanidad. A pesar que los decentes como la clase dominante había impuesto ese el modelo europeo, aún en los indios e indias y en los saladillos y saladillas había sabiduría de pueblo, conocimiento natural. Este conocimiento de la realidad lo tenían por estar relacionado con el lago, con las matas, con el río, por eso Román le indicaba a Juan que tanto las aves como el cauce de El Manglar había disminuido conforme le quitaban el follaje, las matas de los manglares, que le daba el nombre al río y que sus troncos servían para diferentes construcciones y otros usos, tanto a los decentes como a los saladillos y saladillas, -¡están acabando el río!, comentó.
El río era casi exclusiva fuente de agua dulce de las familias en Maracaibo, porque el agua del lago frente a la ciudad siempre ha sido salobre por estar casi en el estuario, zona donde los más de cien ríos en conjunto vierten sus aguas al Mar de los Caribes. Los conquistadores españoles se apropiaron de los terrenos al norte y este del río. Cuando vinieron los alemanes, tomaron al sur del mismo río, por esa razón de la provisión del agua. Cualquiera podía venir a tomar el agua por sus medios, pero la gente decente no hace eso. De allí surgiera, ante la necesidad de agua dulce, que algunos saladillos se dedicaran a cargar el agua desde El Manglar hasta venderla en las casas decentes, en Maracaibo y en los Haticos de los alemanes.
Román como siempre resentía de la conquista, tempranamente se ofuscaba cuando hablaba con Juan y otros aguadores mientras estaba en el Manglar, en el río mientras llenaba sus fuentes o tinajas. Ya todos se habían olvidado de los originarios, de ellos ni rastros en las conversas. -De los indios a mi no me hablen mal. Deberíamos aprender de ellos, qué bueno fue su oposición al forzado y servil trabajo, decía Román. Y esa huelga temprana nosotros nunca la mencionamos en nuestra actualidad. -Los indios ya no son esclavos porque se fueron sin más acá ni más allá, no trabajaron más, ni con “la verga” los asustaron, le seguía en la conversación Juan. La verga era un fuete hecho del genital del toro con el cual castigaban a los indios e indias si no trabajaban o si no hacían caso a la imposición del “amo”.
Las cartas estaban echadas ya y de ambos lados de la ermita de Santa Bárbara, se aceptaba ser una entidad más de España. Se aceptaba y se subordinaban como una colonia muy a pesar de estar alejados, tan alejados de España y de sus Reyes, más allá del mar de los gigantes, el Océano Atlántico. El poblado de Maracaibo al lado del río El Manglar -fuente de agua para sus ocupantes-, era parte de la provincia homónima que formaba territorio de Cundinamarca, al cargo de un Virrey o algo así llamado Diego Córdoba Lasso de la Vega. Este era en teoría el dueño y regente del río El manglar, pero también estaba lejos, en Santa Fe de Bogotá. Los decentes como agentes o procónsules, hacían que se ejerciera el orden en la ciudad y en el río.
En aquella colonia todo era tranquilo excepto cuando llegaban los aguadores, gritaban los González al paso de sus burritos: -¡Aguador, aguador del Manglar!, alertando a la servidumbre. La servidumbre, en Maracaibo, generalmente era mujeres, que ya debían sacar su tinaja vacía para suplir del líquido de El Manglar. La mayor parte negritas, muy pocas añú, ninguna wayuu. A ninguna, de todas maneras se les entendía el enredado y escaso español y con señas redondeaban el negocio los González. -Servidumbre que hable español, es seguramente saladillo o saladilla, decía Román.
Sus burritos, Venancio y Pajarero, llamaban la atención con los lazos que le ponían los hermanos González en las pollinas, uno de ellos, Venancio, tenía un ojo azul y otro negro. Los niños de las casas se asomaban a las ventanas en pícara observación, pero eran ahuyentados por la muchacha que los cuidaba. A Román y a Juan les gustaba mirarlos, cuando se dejaban ver, no se parecían a sus hijos porque sus peinados para ellos eran raros, por sus ropitas, por su lenguaje. -Mirá Román esos pequeñines son unos “bichitos” raros, decía Juan a lo que le contestaba Román: -también intocables.
Román y Juan trataban de trabajar y terminar temprano para ir a ver a Justa, mujer hacendosa quien les había traído al mundo y los había criado, se lo debían todo. Su saladilla madre era lavandera de oficio y con ellos vivía del otro lado de la ermita de la santa de los truenos, del lado de la Salina, camino al río El Manglar. La ranchería de los González estaba ubicada en un mismo terreno en el cual Justa había vivido desde que su papá y su mamá lo ocuparon cuando ella era niña. Ella recuerda que era un terreno que se anegaba, pero gracias a los trabajos diarios de su madre Clotilde Catalina, quien cuando se iba a trabajar de aguador su marido Juan (el papá de Justa), llevaba arena arrastradas en una vieja tela de la vela de un barco, nave que había sucumbido ante un temporal encallando sus restos más allá de donde vivían los alemanes y que nadie fue a recuperar de los destrozos. Juan su marido recogió lo que pudo de los restos del velero y lo llevó a su rancho.
El terreno lo habían “heredado” al morir Clotilde y posteriormente el viejo Juan. El “Alto”, así como le decía la abuela con orgullo, en los tiempos de la invasión del Olonés por allá por 1666, ella misma había rellenado, para poner la casa más arriba que la calle para no inundarse en el invierno maracucho. Contaba ahora con tres casitas de retazos de tablas, y troncos y alguna tela vieja que les regalaban o que conseguían en sus travesías de la ciudad. Total, siendo mestizos, no se le quitaba el carácter recolector del paraujano o añú. Decía Justa: -Y bastante que se escondieron los gritones y asustadizos decentes por aquí cuando el pirata se metió en la ermita de la Sagrario cuando yo era chiquita, pero han pasado más de cuarenta años y los decentes no se acuerdan de eso.
Cada quien en su casita, Justa, Román con su familia y Juan con la suya, tenían el servicio de un fogón central común, complejo rústico habitacional el cual cumplía como albergue a sus vidas. En las cercanías eran vecinos gentes (con el tiempo lo demostraron) de oficio de cargar agua como ellos, laboristas domiciliarios, lavanderas como su madre, todos trabajando para la gente decente. Todavía en las márgenes del río El Manglar, quedaban alguna familia paraujana o añú, así llamados por ellos mismos queriendo decir gente de agua, pero ahora sin tanto arraigo a su original cultura.
Justa iba al lago siempre a lavar de la gente decente la ropa, cerca del hospicio de Santa Ana, acompañada de una señora de la casa que quedaba del lado sur de la suya. Cada mañana la llamaba, llegaba a la esquina y le decía en tono alto:-¡Lavandera! Nunca nadie a ella le decía el nombre ni se acordaron más. “Lavandera” tendría más edad que la madre de los González, unos cincuenta y dos años, pero su aspecto era de más años a pesar que cargaba dos cestas de ropajes hasta la playa a darle piedra para sacarle la mugre y los malos olores. Tan fuerte como Justa era esa señora de la esquina.
A pesar de más joven, Justa últimamente estaba enferma. No podía caminar debido a una lesión al tropezar en el lago con un tronco que no se veía, propinándole una herida en su tobillo derecho. Lavandera la ayudó a salir del agua y la ayudó hasta llegar al rancho del lado saladillo de la ciudad. La vecina le ponía diariamente un trozo de tela “curado” en agua hirviente, para cubrir la llaga de la cual salía una sanguaza, pero no terminaba de sanar.
Había en realidad mejorado un poco tras el reposo en su chinchorro y las oraciones que decían Román y Juan en la ermita saladilla. Este santo al cual se le rendía honor en la capillita de los saladillos y saladillas, el cura que venía solo a veces, les explicaba a los feligreses: -Juan de Dios por ser un pecador arrepentido y dedicado al ministerio de la sanación de los enfermos sin importar su condición social o económica, fue incluido en el santoral como San Juan de Dios.
Los saladillos no tienen cabida en las sillas del Santo Sagrario o Iglesia Mayor, es que ellos no eran decentes. Fue por eso que decidieron erigir una ermita, para las saladillos y saladillos, que en nombre de la evangelización a veces le mandaban un cura para aquel altar tan modesto, lo agradecían. Cuatro paredes de eneas y un techo de palmas, para rezar al santo pastor portugués benefactor de los enfermos, lo cual debía abundar por los salados predios, del saladillo oeste que los decentes decían “en las afueras de de la ciudad”. Allí en los predios de San Juan de Dios no había que padecer exclusión. Las saladillas y los saladillos no tenían los ropajes de rigor y se ofrecería con igualdad y tranquilidad cuando se comunicaban con una oración ante los ojos de Dios y de San Juan de Dios.
Juan tenía siempre rabia por esa situación, -algún día seremos iguales, le decía a su hermano. Reconocía que los cuentos que echaban de los indios le gustaban. -Los indios algún día se enrabiaron y se rebelaron, se fueron porque ya no querían ser esclavos. Hicieron casa afuera, no les trabajaron más a los decentes, decía Juan. Román le aconsejaba que eso no lo podían hablar del otro lado, son temas saladillos. Le explicaba a Juan: -los decentes niegan la rebelión, no dicen eso, sino que los indios eran flojos, que por eso los dejaron ir. Por eso empezaron a traer negros africanos para sustituirlos en la esclavitud. Hoy todavía Juancito se oye eso: indio que no es flojo, no es indio…
Justa desde pequeños a sus hijos, les había contado lo que, a su vez, le contó su anciana abuelita. La madre les contaba: -en estas tierras vivían tranquilos los pueblos añú y algunos wayuu, ellos eran originarios, estaban aquí cuando vino el primero de los españoles. Luego llegó la ominosa invasión de decentes que parecían hambrientos monstruos, con sus atuendos plateados y blancos encima de sus ropas, con armas estruendosas y mortales, montados en unos animales nalgones y gigantescos (así le decía la abuela a los caballos) y con perros bravos que nunca indio alguno había visto. ¿Se imagina esos pobres añú? Se les metieron en sus tierras y les cambió la vida a todos. Se metieron a dañarle la vida o a quitársela. No solo a cada uno, sino, a todos como un conjunto, los fregaron como pueblos. Les robaron la vida, determinó Justa.
-Ellos estaban peores que nosotros, explicaba la madre, trabajaban gratis y obligados para los decentes. Pero un día ya no trabajaron más para el mantuano, hicieron paro de sus actividades. La primerita huelga como diríamos en la actualidad, a lo cual los decentes opinaron y escribieron como “foto” o “impronta” para la historia y para la valoración de los necios quienes repiten sin conocer estos antecedentes, nada menos que los indios eran flojos. Eso se los enseñó Justa a los hermanos González, a sus hijos.
Cada vez que pasaban por la plaza mayor los hermanos González, veían las tertulias decentes. Juan comentaba que les deberían salir los espíritus de los indios sometidos, ese era el sitio donde fueron castigados ejemplarmente hasta matarlos. Comentaban del caso de un tal Nigale, de quien la abuelita les contó un día. Román susurró: -dicen que ellos lo tenían enjaulados como animales para luego hacerlos padecer finalmente bajo el cordel de la horca en un acto público, cada mes de junio se oye un indio en la noche diciendo sus maldiciones en su lengua, terminó. Pero esa y otras historias saladillas, de indios alzados y las ejemplarizantes medidas para persuadir a cuanto otro “indiecito” se atreviera a conspirar contra la tranquilidad de aquella colonial ciudad ya estabilizada, no era tema de la gente decente.
-Parece que el problema de Nigale, dice Román, fue con el conquistador Maldonado, el mismo que construyó la Ermita de la Sagrario. Cuando Román y su hermano Juan querían rezar ante el altar mayor, no los dejaban entrar, no son iglesias para aguadores, no para saladillos. Aquel templo estaba hecho de madera de eneas con techo de palmas, no era igual que el rancho salinero de los hermanos González. Era de estricto compromiso social la asistencia a las misas en estos tiempos. Pretendían ser las misas, un alarde de buen gusto y competencia de la costosa elaboración del ropaje de aquellas cúpulas del vecindario. La ermita de la Sagrario estaba localizada justo para ocultarle cada mañana la salida del sol a la plaza central. En esta casa de Dios, la Iglesia Mayor de Maracaibo, se desarrollaban los rituales católicos para el culto de las gentes decentes de la ciudad.
Una vez Román y Juan, trabajaron a petición del cura limpiando la ermita de la Sagrario, por fin ese día pudieron ver y se colocaron por fin de hinojos ante aquellas veneraciones. Allí estaban en el albergue o casa del Cristo Negro de San Alfonso o Cristo Negro de San Antonio de Gibraltar, arrodillados le pidieron cuanto pudieron en un descuido del cura mientras éste almorzaba.
Esta estampa escultórica española quedaba cinco veces flechada en julio de 1600, ennegrecida y en levitación entre los fuegos en la huida de los pocos conquistadores vivos, la trajeron a Maracaibo. Román le recuerda a Juan: -Ese, erguido, dicen, ahuyentó más de quinientos indios Quiriquire y sus aliados quienes iban por la cabeza del invasor Rodrigo de Argüelles y su gente. Los quienes aún con vida estaban, maltrechos se terminaron de salvar, asintió Román. -Pero en cambio nosotros no, porque no podemos venir para acá, solo se salvan las gentes decentes, refirió Juan.
Román también expresó su rabia ese día que estuvieron trabajando frente al llamado el Cristo de los Milagros, y arrodillado le reclamó por qué complacía a los mantuanos o gentes decentes quienes venían a pedirle la conservación de su dominio y los privilegios de sus familias con el atropello de los saladillos y saladillas. Eso fue una sola vez.
Román y Juan ya habían llevado el agua y la vendieron a los decentes o mantuanos, quienes residían en la ciudad o en sus campos. Todo era extraño, se presagiaba algún acontecimiento con una pesadez y un silencio ambiental. Maracaibo estaba calladito, los hermanos González estaban impresionados de tanta quietud, -seguro desaparecerá cuando lleguemos al límite, a la venerable ermita capuchina de de Santa Bárbara, murmuró Juan. Esta ermita también era llamada templo de la Inmaculada. Sus burritos, Venancio y Pajarero a pesar de estar tan cansados siempre se alegraban porque sabían que iban a descansar: ya no tenían tanto peso y se dirigían al oeste. Ese día tan largo aún no terminaría, Román le recordaba a su hermano que debía ir a dar gracias a Dios por su cumpleaños.
En el camino consiguieron a Lavandera quien venía sola, como Justa su madre estaba de reposo en su rancho. Por segundo día consecutivo esta se alivió, igual que el día anterior, cuando Román puso una de las cestas sobre su burrito Venancio, haciendo Juan lo consiguiente con Pajarero con la otra cesta montándola sobre el burrito suyo. Ya ellos estaban acostumbrados a estas cargas de regreso. Desde el día anterior la arena del camino todavía estaba algo húmeda de la lluviecita o pringuita que cayó cada madrugada. Lavandera comentó: -Menos mal que los consigo, estoy cansada y el ambiente está raro. Hoy, como ayer, tuve que caminar más porque las vertientes pusieron turbia el agua del lago. La idea es limpiar la ropa, no ensuciarla más, comentó Lavandera con alegría saladilla. Pero ayer fue bueno porque me encontré la tablita que el turbio flotó, la que les enseñé esta mañanita en el rancho, la que tiene la virgencita, siguió. Les preguntó Lavandera a los González: -Mis hijos, ¿les quedó agua? Juan le respondió que compartiría la que llevaban para su casa.
Hoy de nuevo se consiguieron los aguadores González con Lavandera. El trayecto se hizo más corto, descargando la cosa rara que sentían en el ambiente. Pasaron hacia los predios saladillos y llegaron a la esquina de la cuadra donde estaban sus casas. Descargaron las cestas y al quererle dar el agua, Lavandera empujó la rústica puerta de su rancho al tiempo que lanzaba una expresión al ver el resplandor que salía del interior de éste: -¡Ay, se quema el rancho! Los González la apartaron y con una espeluznante sensación, con la erección de los vellos de sus pieles se sorprendieron junto a Lavandera al ver que no había fuego y más aún cuando pudieron percatarse que la tablita que ella había colgado en la pared el día anterior, demostraba ahora resplandeciente la figura bien definida de la virgen María montada en una Luna de cachitos.
Contemplaban de la tablita a la Virgen que en forma maternal estaba cargando al Niño entre dos santos hombres en medio de un asombro total ante la iluminación, ante un milagro. Pronto el trío se puso de hinojos y empezaron a hacer escuetas oraciones y gritaban de felicidad sus agradecimientos a Dios y a la Virgen por aquel milagro. La casita se empezó a llenar de saladillas y saladillos, quienes oyeron los gritos, incluso Justa quien cojeaba hasta el rancho de su amiga Lavandera. Al llegar, todos, con lágrimas en los ojos se hincaban orando y cantando el milagro. Todos daban gracias a Dios y luego abrasaban a Lavandera y a sus vecinos, entre ellos mismos, como festejando haber sido escogidos para este milagro.
Se despidieron alegremente Román y Juan, -debemos avisar al cura que hoy debe estar en la ermita de San Juan de Dios, vamos a buscarlo, dijo Román. Los González llegaron a su casa, soltaron a los burritos de sus amarres y tinajas, les bajaron la paja y la pusieron en el suelo. Venancio y Pajarero se reunieron con la vieja burrita Dolores alrededor de la comida. Llevaron el agua a sus tinajas y fueron a lavarse la cabeza y los brazos. Luego salieron rumbo a la ermita de San Juan de Dios. Rezaron un rato y por fin vieron al cura con el cual hablaron un largo rato, contándole su asombrosa aventura milagrosa. El cura los acompañó hasta el santo lugar.
No se hicieron esperar los vítores y las alabanzas y todos, junto al cura, hicieron un rosario, tan emotivo como sentido, primera vez que en una casa saladilla acontecía un rosario, ¡milagro de la Virgen! Todos se sintieron igualados, Dios les daba un milagro a las personas con menos haberes en esta vida de Maracaibo.
El cura se acercó y dijo que parecía la Virgen de Chiquinquirá, él mismo la había visto antes. -Los santos hombres son Antonio y Andrés, acompañando a la Virgen María de Chiquinquirá, terminó diciendo. Más aclaró que, -esto no son temas de la feligresía, son temas de Dios, son temas de la Iglesia, esta imagen purificada debe ir a la iglesia principal. Tendré que avisar a la Iglesia Matriz, concluyó antes de partir.
Román y Juan se miraron y sus rasgos se volvieron toscos como pocas veces en su vida. Sus músculos bien formados se contrajeron y sus rabias afloraron, conteniendo alguna maledicencia que afloraba en sus pensamientos. – ¡Qué buen regalo de cumpleaños, nos van a quitar la santa tablita! ¡Debemos proteger nuestro milagro! Si se la llevan para la Iglesia Matriz, nos va a pasar como nos pasa con el Cristo de los Milagros, afuera nosotros y ella adentro para la gente decente. ¡No mi hermano!, algo tenemos que hacer, definió Román.
Juan se movilizó y buscó a sus amigos. Román buscó algunos de los suyos. Esa noche nadie durmió. -El resplandor que manaba de la casa de Lavandera llenó de luz al vecindario, pera solo sería hasta mañana, sería llevado en procesión a la ermita de la Sagrario y ya nunca más de nosotros verá el rostro. -No hemos de perderla y ser un motivo más de mi rabia acumulada, decía Juan a los reunidos. –Todos a defender el deseo de la virgen que por milagro ha venido a nosotros y espera que su residencia se fije aquí en la salina, compartiendo nuestra humildad y pobreza, con los saladillos y saladillas en torno a su fe, reflexionaba Román frente al grupo. -Dinos qué hacer para salvar nuestro milagro, dijeron los amigos. Una lluvia los acompañó mientras preguntaban qué, con quién, cuándo, cuántos. -Nos convertiremos en los hijos de la virgen, los defensores de su devoción, los trasnochados todos gritaron exaltados.
Las mujeres asistieron con alguna preparación y bebidas a los reunidos mientras ellos planteaban, deliberaban y decidían las acciones. Los decentes nunca imaginarán, mucho menos lo sabrán lo que haremos, pero se queda del lado saladillo, decía uno de los amigos de Juan. -Yo creo que San Juan de Dios no se opondrá a compartir su ermita con la virgen de nuestra iluminación, opinó un amigo de Román. -Será la guía eterna por generaciones si todos atendemos al plan, si cada quien cumple con lo asignado y por supuesto, si nadie quebranta el voto de silencio para que nadie sepa que aquí estamos los hijos del juramento, terminaba con sus palabras Román la reunión, pidiendo al final no quedarse enredados entre excusas que solo beneficiarían las decentes y jerárquicas decisiones religiosas que habían de acontecer sobre aquella tablita.
La Nueva Zamora de Maracaibo había sido estremecida por el comentario de un milagro del lado saladillo, por lo cual era de decentes pensar que ese milagro de restauración y de iluminación, debería ser compañera y vecina del Cristo de los Milagros en la ermita de la Sagrario. Se decía que un milagro había pasado del lado de los saladillos y saladillas, allí donde nunca más algún decente había de colocar sus pies después de aquel incidente olvidado con el Olonés. –Tendremos que ir otra vez, comentó un abuelo decente.
Todo estaba dicho, decisión cural definitiva, sentencia de traslado a la religiosa residencia en la Sagrario. Nueva fecha corre en el calendario sale en galas el párroco, los curas y los monaguillos, los decentes trajeados, sin dejar nubes de polvo a su paso, debido a las nubes de agua las cuales descargaron ligeras lloviznas de la mañana. El río El Manglar no recibe hoy a los burritos con lazos en su pollina, para que los saladillos llenen de agua sus vasijas. Las personas decentes dieron libre a los jornaleros y jornaleras, quienes fueron a sus predios saladillos desde temprano y se sumaron a la multitud frente a casa de Lavandera. El entusiasmo de los saladillos y saladillas no se parecía a lo que estaba por acontecer, la partida de lo único bueno que les había pasado en su vida.
Román y Juan trasnochados por haber pasado la noche al frente de sus amigos con los cuales estuvieron reunidos, planificando y orando, al frente, más bien, de todos. Y oraban en voz alta dando gracias a Dios por este privilegio de dar a los saladillos y saladillas su propio milagro, su propia fe. Oraban por otro milagro, por la manifestación de Dios en el acto de colocación en un altar. Oraban a San Juan de Dios para que iluminara la fe de este su pueblo, para que les diera luces de entendimiento y los acompañara en la empresa de ese día: llevar a la tablita milagrosa, a la virgen de Chiquinquirá a su verdadero altar.
Algunos saladillos y algunas saladillas, nunca habían visto a la gente decente, nunca habían pisado fuera de los salados suelos de su ranchería. Nunca habían visto a trajeados hombres ni trajeadas mujeres y eso implicaba un nerviosillo entre éstos. La tensión de la próxima procesión y de la venida del párroco con los decentes puso a temblar a más de uno. Además la rabia contenida por el despojo de su milagro, del despojo al cual se vería Lavandera. Sería la salida, una despedida, un adiós a la tablita de la virgen. Por eso cada quien fue pasando y de hinojos oraban pidiendo sus anhelos y dando agradecimientos con sus escasa palabras. Román, su hermano Juan y los amigos de estos, reunidos como una cofradía secreta organizaron a todos. No será el fin de los tiempos, tampoco el de la permanencia de la virgen nuestra, la virgen es saladilla, el niño es saladillo, los hombre santos son saladillos, comentaba Román.
Llegó la hora y unas filas decentes, militares y sirvientes llegaron con la curía al frente. Entre rezos y canciones de un lenguaje que no conocía los saladillos y las saladillas, un latín cortante con el cual avanzaron apartando a saladillos y saladillas. Se congregaron frente a la esquina de la casa de Lavandera. El párroco entró con sus séquitos y su jerarquía. Pronto aquel prelado cedió ante la tablita quedando rodillas en la tierra saladilla de aquel ranchito. A Lavandera la dejaron estar un momento dentro de su domicilio y también a su vecina y colega Justa, quien en un catre reposaba con su pierna cubierta por el trapito entremojado por la sanguasa, en alto como si fuera una ofrenda a aquella virgen. Pero al final los sacaron para que la curía pudiera honrar a la virgen milagrosa.
La curía decidió rezar el santo rosario entre aquella multitud y al terminar las saladillas y saladillos dieron vítores a la virgen bajo la arenga de Román quien competía en veneración con la oficial y pastoral presencia. Román pidió humildemente y como representantes de la gente saladilla, que Juan, sus amigos y él, como un favor y en nombre de todos los saladillos y saladillas, que quisieran les dejaran participar llevando la tablita de la virgen con sus hombros, con sus cuerpos, con sus fuerzas, con sus corazones y su devoción.
La curía decidió ante la petición de Román y no vieron ninguna dificultad para dejarlos participar en el cortejo, -somos hijos de María y nos rendimos ante su devoción, indicó Román. Siguieron los rezos y los vítores. Las mujeres saladillas se apostaron en el norte de la calle junto a los muchachos, en una forma tan ordenada que no lo esperaban los decentes. Estos, quienes con su nariz empinada y sus ojos entreverados manifestaban su clásico rechazo a aquellas saladillas por ser de menor categoría, con mucho calor que los ponía ya a padecer, pedían celeridad para que de una vez por todas tuvieran otro milagro dentro de la Iglesia Mayor, lugar donde ellos rezaban para que Dios y los santos mantuvieran su opresivo poder y ventajas.
Increíble fue como los saladillos de hinojos hicieron un pasillo por donde debía salir la procesión. Sombrero en posición de homenaje, mirada candorosa. Román, Juan y sus amigos se dispersaron entre los brazos que llevarían a la virgen a la ermita de La Sagrario, él y su hermano tomaron esquinas, dos amigos de ellos tomaron las otras, cuatro más tomaron puestos entre la oficialidad, los monaguillos y asistentes. Los otros estaban ordenando a los saladillos y saladillas y liderizaban los vítores a la virgen.
El párroco encabezaba la procesión, abriendo paso con la bendición del agua santificada, la cual echaba con un aparato usado para ese fin, invocando a San Mateo quien desde los años cuatrocientos aparentemente introduce el término de agua bendita. El exorcismo era necesario para que aquella tierra saladilla fuera sometiéndose a la fe católica, para que fuera aflorando la adoración de los saladillos y las saladillas, quienes ese día no se cansaban de orar y dar más vítores a la virgen.
Avanzaron de oeste a este en paso corto y reverencial, la gente decente colocada detrás de la procesión, los saladillos y saladillas de hinojos en el norte y en el sur haciendo el pasillo santo. De pronto se vio la lentitud de la marcha, apreciándose la molestia de algunos cargadores a medida que avanzaban. Los sudores de los cargadores de la virgen se hacían más profusos y la cara de angustia se hizo general. El cura que iba a la ermita de San Juan de Dios preguntó cuál era la causa de la angustia y siempre era la misma respuesta: -es que se está poniendo pesada. Con autoridad cural les pedía siguieran, pero decidieron ellos retroceder al oeste y le comunicaron al cura que la tablita disminuía de peso.
El cura corrió delante de la procesión y le comunicó al párroco, al prelado mayor, quien la presidía, el tan extraño caso que le manifestaron los cargadores de la virgen. –Dígales que sigan, es una decisión de Dios que se dirija a la Sagrario, para eso es la Iglesia Mayor. No les de confianza que empiezan con las bromas y juegos. Con la virgen no se juega, dijo el párroco con voz autoritaria a la cual todos estaban acostumbrados. La procesión se hizo cada vez más lenta y más pesada. Román, Juan y sus amigos murmuraban con los compañeros de la santa y pesada carga de la virgen.
Tras unos pasos, los cargadores ya no pueden avanzar y deciden hacer el trayecto de retroceso, como buscando un alivio, el cual conseguían, suavizaban sus facies. Los amigos de Román y de Juan quienes no habían podido ser cargadores del cortejo de la procesión, empezaron a decirle a todas las saladillas y todos los saladillos lo que estaba ocurriendo: -miren a Román y a Juan, a los otros, no pueden con la procesión porque se pone pesada y al devolverse deja de estarlo. Pesada para allá y liviana para acá. La intranquilidad y el comentario se coló hasta los decentes y a pesar de el gran murmullo que se había generado. El prelado con sus séquitos no había considerado y menos decidido nada, ante aquella extraña manifestación, el peso cada vez mayos generado por la virgen en procesión rumbo a la Sagrario.
Cada vez era más inminente la dificultad del paso delante de aquel cortejo, llegaría el momento de hacerse imposible avanzar, se detendría la procesión. Oraciones y vítores se fueron generalizando entre las saladillas y saladillos. Hasta que Román soltó un grito que aún se oye:-¡Milagro!, ¡milagro!, ¡milagro! La multitud rindió un silencio y todos de hinojos con los brazos al cielo y un mar de lágrimas que se extendía por los ojos de aquella multitud, pero terminaron haciendo eco del grito de Román. De pronto se oyó el grito de Juan: -¡La virgen prefiere la ermita de San Juan de Dios! La multitud se en coro gritaron aleluyas y gracias al Dios del Cielo. ¡La virgen es saladilla!, gritó alguno. Los decentes se sumaron por primera vez a aquellas gentes saladillas.
El párroco en plena piloerección y con sus ojos acompañando por extensión a aquel mar de lágrimas, entendió. Ahora si internalizó que este era un milagro y que sería motivo de extensión de la fe, una jornada que llevaría a las saladillas y saladillos a rezar bajo los techos de sus guiadas ermitas. El mismo gritó: -¡Milagro!, ¡llevemos a la virgen a la ermita de San Juan de Dios!, ella ha decidido su santo lugar.
Los cargadores dando la vuelta, posaron la carroza en su hombro contrario. Román de puntero pasó al último lugar y al pasar por frente a su madre y a Lavandera, les dijo: -¡ahora es suya! Saladillas y saladillos se incorporaron abandonando la posición de rodillas y fueron tras la procesión. Los decentes patearon aquellas saladillas tierras, algunos por primera vez. Algunos volverían con sus sirvientes, con sus esclavos, en franca devoción. Otros nunca más lo harían, prefirieron irle a pedir como siempre al Cristo de los Milagros para que extendiera su poder y riqueza. Pero en la ermita de la igualdad, allí con los saladillos y saladillas empezaría todo un proceso de igualación.
Lavandera siguió curando a Justa, quien mejoró su estado y hasta volvió a trabajar junto a su vecina y colega en las orillas del lago. Nadie nunca le preguntó el nombre, tampoco alguien la consoló ante el despojo del cual fue objeto, ella estaba acostumbrada. Nadie le reconoció por aquello, pero ella, y sus vecinos, podían visitar su tablita en la ermita de San Juan de Dios. Con eso se conformó. Román, Juan y sus amigos hacían vigilia programada, se nombraron hijos de María y junto al cura guardaron para siempre la veneración a la Virgen, aquella que siendo morena, fue luz. Aquella cuya iluminación aglutinó en a fe a las saladillas y saladillos. Cada cumpleaños de Román iban los González con Lavandera a la ermita de San Juan de Dios y rezaba para que siempre se quedara la virgencita.
Glosario
Maracaibo: ciudad ubicada en Venezuela, en el estado Zulia, frente al estrecho del lago de Maracaibo. Fue poblada, se dice, por pueblos indígenas añú y wuayü, hasta la llegada de los barcos españoles las cuales se atribuyeron fundación y posesión del territorio y que no fue definitivo por la defensa de los territorios por parte de los pueblos indígenas añú y de líderes de esos pueblos como Nigale. Llegaron los usurpadores españoles y alemanes a esta zona por la presencia de un río modesto que desembocaba al lago, poseedor de una gran diversidad biológica dominada por un bosque de manglar que le dio nombre: El Río de EL Manglar. Capital de la Provincia de Maracaibo perteneciente al Virreinato de Cundinamarca, manteniendo su función en la misma provincia luego del desmembramiento al final del siglo XVIII, de la Capitanía General de Venezuela y luego de la independencia, como parte de Venezuela libre. Sigue siendo capital de la Provincia de Maracaibo luego de la separación de La Gran Colombia, quedando del lado venezolano y es capital del Estado Zulia desde cuando le cambian el nombre después del intento fallido de separación independiente en tiempos de Guzmán hasta el presente. Fue asediada por piratas como el Olonés (1666).
Río El Manglar: Ubicado en el límite de las Playitas y Los Haticos en Maracaibo, fue la fuente de agua de Maracaibo en el período de La Colonia. Tradicionalmente el agua fue trasladada en tinajas que eran montadas en equinos (burros) por los aguadores o burreros. Tenía ciclos de abundancia de agua y de sequía, cuando la sequía se acudía a horadar el río para sacar el agua del mismo lecho (casimba). Posteriormente este río en la historia fue deforestado y ahuyentada el resto de la biodiversidad y se convirtió en una cañada para colectar las aguas de las escorrentías de las lluvias y como a sus orillas estaba la ebanistería de “El Mocho” Morillo, le atribuyeron el nombre de Cañada Morillo, como se le conoce en la actualidad. En los años mil setecientos ochentas el gobernante de la Provincia Joaquín Primo de Rivera envió una carta al Rey pidiendo dinero para traer el Río Macoita con una zanja hasta Maracaibo porque El Río de El Manglar ya no abastecía al pueblo con suficiente agua. El mismo pagó a un ingeniero europeo para que consiguiera el origen del río pero nacía en lo que hoy es conocido como Cañada Honda, en las inmediaciones de la ciudad. Actualmente es desconocido que este cauce se trata de un río y que su antiguo nombre era el Río El Manglar.
Nigale: nace aproximadamente en 1565. En lengua añú significa “El Bueno”. Nació en la zona donde vivía el médico indígena Moján. La incursión de Alonso Pacheco recae sobre su pueblo en julio de 1569, matando a su padre y sometiéndole a él y a su madre (ellos no dijeron su nexo filial y por eso los dejaron en la misma casa) bajo la opresión del propio conquistador. Juagando con el hijo mayor de Pacheco aprendió el español, por lo cual podía ser el informante de los añúes libres y con lo cual emboscaron y mataron a todos los hombres quienes venían de refuerzos desde Río Hacha (actualmente Departamento de Guajira, Colombia). Luego de este episodio los añúes atacarían de madrugada la Ciudad Rodrigo (así la nombró Pacheco en honor a su ciudad natal), por el flanco las mujeres y los niños y niñas con un bombardeo de piedras que obligó a los moradores a salir de sus casas, de frente en el lago un convoy de cayucos (botes indígenas hechos artesanalmente desde trocos de árboles) disparando flechas con punta de mene (petróleo) con fuego para los techos y flechas con veneno en sus puntas para las personas. Los añúes esclavizados se reunieron fuera del caserío con las mujeres, niños y niñas y retomaron rumbo hacia las tierras de Moján. Ya se desataba el huracán Nigale junto a Telinogaste, formando flota que más nunca dejaría en paz a las embarcaciones europeas. Hasta que Maldonado entrara de nuevo a Maracaibo (Nueva Zamora para él) y formara ranchería. En 1607 Juan Pacheco Maldonado hijo del cabizbajo y derrotado Pacheco y amigo de la infancia de Nigale fue nombrado gobernador provisional de Nueva Zamora y exterminador (razia) de los pueblos indígenas. Aprovechándose de su experiencia de la infancia junto a Nigale, lo invita a saludarse a recordar viejos tiempos el 23 de junio de 1607 en la isla de Zapara, veinticinco personas por lado y sin armas, pero era una emboscada: ellos las llevaban escondidas las armas en su ropaje y mataron a la comitiva, excepto a Nigale y once personas más. Los enjaulan a la intemperie en la plaza mayor, frente a la iglesia mayor o del Santo Sagrario, recibiendo escupitajos y palazos de cuanto pasaba por la plaza. El 26 de junio de ese mismo año fue conducido a la horca, muriendo él y la resistencia férrea de los pueblos de agua (cultura añú).
El Olonés: terrible filibustero (pirata el cual trabajaba en el área del mar Caribe) francés del siglo XVII, con un odio profundo a los españoles, el más atrevido (le dicen valiente) y cruel de todos, con gran liderazgo sobre su personal, el cual le obedecía fielmente, fehacientemente y fieramente apegados a sus órdenes. Atacó y tomó el castillo de la isla de San Carlos (entrada al lago de Maracaibo) en 1666. Luego se enfiló a la ciudad puerto de Maracaibo la cual estaba vacía en donde solo encontraron comida, animales y licor, permaneciendo por ocho semanas. Entraron en las mejores casas, la iglesia mayor fue convertida en su cuartel y pudieron capturar a veinte personas. Los acaudalados y acaudaladas fueron cruelmente torturados y torturadas para que dijeran dónde estaban las riquezas. Uno de los capturados, según un escrito atribuido al médico del sanguinario equipo, se opuso fieramente a los pedimentos del Olonés por lo que este pidió que lo amarraran y de un movimiento le quitó la camisa. Luego lo acuchilló en el pecho y con la mano arrancó el corazón y lo mordió crudo. Sometieron a otras personas las cuales sirvieron de esclavos y esclavas para sus servicios y cargas. La gran fortuna obtenida en Maracaibo, los filibusteros del Olonés y él mismo se refiere que la gastaron en un mes en parrandas y prostitutas. Dicen que en tierras de Panamá fue capturado por los pueblos indígenas de la zona del Darién, los cuales lo descuartizaron, lo asaron y se lo comieron. Otros piratas atacaron a Maracaibo Enrique de Gerard en 1614, Willian Jakson en 1642, Miguel de Vascongando en 1667 y el mismo Henry Morgan en 1669. Michel de Grandmont pasó hasta el Sur del Lago en 1678.
Iglesia del Santo Sagrario: o del Carmen, era la Iglesia Mayor de Maracaibo, ubicada al este de la Plaza Mayor, construida por Maldonado en 1574. Ya en 1600 se le llamó Iglesia de los Apóstoles Pedro y Pablo. En 1813 fue “consagrada” como Catedral de Maracaibo. Quizás fue la iglesia tomada por el Olonés como cuartel en 1666. En su seno reside El Cristo Negro.
El Cristo Negro: imagen de Jesús Crucificado la cual el 22 de julio de 1600 no se quema, sino que por los humos cambió a color muy oscuro, en el ataque de los pueblos indígenas del Sur del Lago a la ranchería de los invasores españoles llamada por ellos Gibraltar. Cristo Negro o Cristo Milagroso se le nombra. Según los supervivientes del ataque la imagen del Cristo con cinco flechas clavadas suspendido en el humo ahuyentó a los defensores del patio y pudieron venirse los conquistadores hasta Maracaibo, llevando a la imagen a la Iglesia del Santo Sagrario (actualmente la Catedral de Maracaibo). El Concejo de Indias determinó que ante el reclamo posterior del pueblo de Gibraltar años después de sembrada la nueva ranchería, se pusiera en un bote al Cristo para ver si se “quería quedar en ese pueblo”, pero las corrientes del lago lo llevaron de retorno a Maracaibo (atribuido esto a un milagro), por lo cual se quedó hasta el presente en la Catedral de esta ciudad.
Iglesia de Santa Bárbara: funcionó como Ermita (capilla o santuario en sitios más o menos despoblados, sin culto permanente) desde 1583. Limitaba al este la zona ocupada por las rancherías de La Salina, sitio donde vivía los “saladillos y saladillas”, lugar que luego se nombrara El Saladillo.
El Saladillo: populosa comunidad ubicada entre los linderos de la ermita (hoy Iglesia) de Santa Bárbara y el río El Manglar (hoy Cañada Morillo). Sitio inhóspito donde vivían las personas pobres de la joven Maracaibo, sobre una salina al norte del Río El Manglar, por lo cual sus habitantes eran nombrados “saladillos y saladillas”, siendo éste un adjetivo peyorativo, para nombrar a la gente pobre diferente a los y las “decentes” del sector de calles de piedras o “Empedrado”. Era una zona de gente quienes trabajaban para los señores y señoras de El Empedrado, haciendo los trabajos de peones, sirvientes y jardineros domésticos y sirvientas domésticas. Se hicieron una ermita para adorar a San Juan de Dios patrono de la sanación de los enfermos y enfermas. En los registros históricos es a partir de 1774 cuando aparece ya como El Saladillo en los informes de la visita pastoral a Maracaibo del Obispo Mariano Martí .
San Román de Antioquía: santo sirio celebrado cada 18 de noviembre, diácono de la Iglesia de Cesárea, martirizado por Asclepiades en el año 303 bajo el mando del emperador Galerio, amputándole la lengua para que no diera más la palabra cristiana, pero a pesar de ello siguió hablando. Se conoce su martirio por Aurelio Prudencio en siglo IV quien en sus casi mil versos narra las atrocidades cometidas contra este mártir. Un niño llamado Várulas fue decapitado ante el milagro de seguir hablando sin lengua de Román y en la pintura de Francisco Zurbarán de 1638 se eterniza a este niño con un libro en una mano y la lengua en la otra, al lado de Román.
Doña Inés Bastos de Ortiz y Don Francisco Ortiz: familia colona procedente de Castilla, se instalan en Maracaibo cerca 1600 en una granja a las orillas del lago cerca, al este, de la Iglesia del Santo Sagrario. Construyeron una ermita en honor a Santa Ana y una sala de cura (posteriormente el Puesto de Socorro, Hospital de Beneficencia Pública y finalmente Hospital Central Dr. Urquinaona).
Fiesta de San Juan: Festividad en honor a San Juan Bautista el 24 de junio en Venezuela, fiesta pagana convertida en católica por los esclavos y esclavas negras de la Colonia venezolana. En otras partes del mundo es la celebración del solsticio de verano que se acompaña de la hoguera como rito. Juan el bautista fue un predicador dedicado a la vida espiritual. Es particularmente considerado profeta por el cristianismo y el islamismo. El behaísmo también lo cuenta como profeta. Hijo de un sacerdote (Zacarías y su esposa Isabel), llega a ser considerado precursor de Jesucristo, bautizaba en tiempos de Tiberio el emperador romano, del gobernador de Judea Poncio Pilatos, del tetrarca Herodes de Galilea y del sumo sacerdote Caifás. Bautizó a Jesús en el Jordán y lo reconoció Mesías. Muere decapitado por orden de Herodes Antipas en Maqueronte en el año 30.
Diego Córdoba Lasso de la Vega: militar español regente de la Real Audiencia de Santa Fe de Bogotá entre 1703 y 1712. Había gobernado Cuba de 1697 a 1702. Muere en 1720.Agua bendita: agua corriente con la condición, bajo un rito, ha sido bendecida por un prebístero, obispo o diácono con el propósito de usar para bautizar u otros rituales y prácticas religiosas.
La imagen puede contener: rayas y exterior
alza Urbina